La caída de la vigésimo cuarta.

Como los pajaritos que sin saber que los hombres habitan sobre la tierra, pasan la vida con sus dos alas abiertas meciéndose en el espacio.

Yo he vivido unas cuatro vidas dentro de esta piel tan suave, de ninguna me arrepiento y no podría decirte si alguna ha sido mejor que la otra, solo distintas. No sé qué ha cambiado y puedes pensar lo que te dé la gana, puedes culpar al niño de turno y no tendrías razón. La verdad es que aunque ahora me veas más rosada y normal, soy más extraña. Mi vida no es en términos de costos y ganancias, no me interesa ni titulo, ni casa, ni carro, ni demostrar todo lo que sé, y vaya que sé… no me interesa la fiesta, al menos que la fiesta la lleve yo, y esto no es muy distinto de lo que siempre he pensado. Mi vida no tiene que ver nada con la tuya, con la de ustedes.

No le estoy apostando todo a alguien. No aprendo con cabeza ajena así que únete a mi alegría, alégrate conmigo o por lo menos alégrate por mí, que mi alegría es porque también te tengo a ti. Ama este desastre con tacones así como yo amo todo lo que sé de ti, lo que dices y lo que niegas a puño. Ya sé que este no es el método convencional de hacer las cosas pero ese camino amarga demasiado pronto según veo. Quiero intentar otro modo, y no podría asegurarte que sé lo que hago, pero es lo que ahora quiero, quiero vivirme la vida tanto, que tiemble la muerte cuando me vea llegar. Para ti, lo que sea que te haga feliz, no pretendo darte un método existencial, se puede vivir de mil formas distintas y ninguna será necesariamente buena o mala. No voy a decirte cómo hacerlo, porque al final de cuentas estoy tan jodida como cualquiera, aunque mil mariposas aletean bajo mis pies, ando en puntas, con vértigo y una puta sonrisa imborrable me hace olvidar que mi realidad es virtual.

Cierro hoy mi manía de concluir las conductas, no sé nada sobre nadie, sufro de amnesia conveniente, olvido mis cuentas pendientes con cualquiera y que venga la otra ronda que esta resaca la brindo yo.